viernes, 8 de abril de 2011

viernes

En las primeras dos horas trabaje con 6to 1ero. Les lleve situaciones conflictivas que suceden, sucedieron o pueden suceder en el aula o en los recreos. En grupo tenían que leerlas y dramatizarlas al frente del resto de los compañeros. Luego realizaríamos una breve reflexión grupal sobre distintos aspectos.

Sucedió que en los grupos surgieron conflictos. Supongo que en gran parte es la falta de práctica, de no haber trabajado de esa manera casi nunca, de no fomentarse en la escuela la toma de decisiones grupales.

Unos nenes se quejaban de que una compañera se reía y no podían avanzar con la actividad. Otra nena se empacó porque a una de sus compañeras la retiraron de la escuela porque se sentía mal y entonces el grupo era demasiado chico. Voy y hablo con el primero: las nenas hablan, Kevin se queja gritando, hago de mediadora, se soluciona. Voy y hablo con el segundo: me ofrezco a participar con las dos que quedan ya que Ingrid esta encaprichada en un rincón cual nena de 5 años. Hablo con Ingrid, tiene que “aguantársela”: Ivon se fue porque se sentía mal, es algo que paso que escapa de nuestros deseos y elecciones, puede afrontarlo y seguir adelante o quedarse sin hacer nada. Al rato Ingrid se une al grupo. Un tercer grupo no va ni para adelante ni para atrás, se quejan (a veces parece que es lo único que saben hacer). Momento de actuar. Antes de empezar este grupo se disuelve. Vivian se expresa gritando, que dos de las nenas son unas tontas, que hablan re bajito, que no quieren actuar. Le digo al grupo que si todos decidieron que todos actuaban no pueden echarse a ultimo momento atrás. Una de las nenas dice que no, que quieren actuar. Vivian se vuelve a quejar. Le digo que tal vez las chicas tienen vergüenza, que les cuesta exponerse frente a los demás. Vivian dice que por eso son unas tontas. Le digo que de esa manera no las va a ayudar, que sería mejor que les dé ánimos, que las aliente. Se enoja, cruza protestando el aula, abandona el grupo.

Empieza a actuar el grupo que termino primero. Cuesta, como siempre, que todos hagan silencio, algunos siguen planeando lo suyo (uno de los que tenía problemas y por eso perdieron mucho tiempo). Pido silencio, explico que el tiempo de planificación ya se terminó. Termina la actuación. Hay preguntas sencillas para reflexionar de manera grupal sobre la situación. Algunos levantan la mano y hablan sin esperar su turno. Otros hablan directamente. Muy pero muy pocos levantan la mano y esperan. Es algo que sucede constantemente. El intercambio oral y colectivo se vuelve algo pesado porque no pueden escucharse entre ellos. Algunos participan con ganas, a otros no les interesa. En algunos percibo que no le encuentran sentido, no sirve de nada pensar y hablar sobre estas cosas, sobre los conflictos que pasan en el aula o en los recreos. Otros, que pudieron identificarse con las situaciones, parece que participan más. De todas maneras, todos quieren actuar, pero debatir, no tanto, menos, o nada.

Terminan de actuar todos los grupos (menos el que se disolvió). Les pregunto si les parece bien que un grupo no haya participado. Todos dicen que no. Toca el timbre. Se levantan y se van.

Me voy a mi lugar en el recreo, bajoneada. Me pregunto si todo es habrá servido para algo. Si será un granito de arena o algo completamente al pedo. Si al menos un nene le va a quedar resonando algo. Me pregunto por qué tienen tan pocas ganas de optar por una postura crítica, reflexiva, sobre las actitudes grupales e individuales (pensando que a mí me encanta hacerlo). ¿Sera que al no ser una práctica común ni en sus casas ni en la escuela se convierte en un lenguaje demasiado ajeno? ¿Será que es la edad? ¿Sera que le estoy errando de estrategia? ¿Sera que soy una tarada?

Ahora, pienso, podría haberles preguntado que les pareció haber hecho esa actividad, si tiene algún sentido y por que.
También pienso que estaría bueno formar a otros chicos para que sean mediadores, para que puedan ayudar a solucionar conflictos. Pienso, ademas, que no se como carajo hacerlo.

Y pienso que odio el timbre.

Y que encima el recreo dure 5 minutos pedorros.

sábado, 2 de abril de 2011

los dioses de corcovado

Era un dios grande, forzudo, que amansaba animales de un solo grito. Su animal preferido era el caballo de pelaje negro. Y su voz enamoraba a las chicas. Sus chicas preferidas eran las morochas de ojos celestes. Y su nombre era Gritae.

Vivian.
Le encantan los caballos. Dice lo que piensa, pregunta lo que se le ocurre. Sus ojos brillan.



Carsima, la diosa del viento.
Es alta, con piernas delgadas y largas, pelirroja, con ojos verdes y labios gruesos. Lleva un vestido celeste con una cinta en la cintura en la que lleva frascos con vientos muy fuertes que usa de vez en cuando. No es celosa, pero si le preguntan por qué no le gusta el amor se enfurece y larga una gran ventarrón en la tierra hasta provocar un gran tornado. Vive en el Olimpo pero a veces viaja a la tierra. Y puede hacer cualquier clase de cosas con el viento.

Rocío.
Calladísima, tímida, casi que se esconde. Muy inteligente.



El dios de la tristeza.
Es delgado, alto, el rostro medio claro con los ojos azules. Vive en el bosque a la orilla del rio. No tiene mujeres porque vive triste. Su poder es cuando va al pueblo a la gente que esta alegre la pone triste. Es malo.

Estrella.
Divertida, graciosa. Ni un pelo de tonta.



El dios de los diablos.
Vive en una cueva espeluznante. Su amante se llama Quetsalquatul. Usa un traje negro y una capa violeta. Sus ojos son rojos, sus orejas puntiagudas. Puede chupar sangre y endemoniar.

Ramiro.
Inquieto, ansioso, siempre quiere participar.



Tempest, el dios de la tortura.
Tempest vive en las tinieblas alejado de todo con la cara deformada y el cuerpo quemado. Tempest tiene un hermano llamado Matron que es el dios de la matanza. Tempest es muy vengativo y solitario, ya que su familia lo abandonó y el único que se quedó con él fue el hermano mayor Matron. Cuando alguien lo mira a los ojos el busca un momento triste de sus vidas mientras que lo lleva a las tinieblas y lo tortura con Matron. Tiene una capa muy grande con capucha.

Ariel.
Hijo de una maestra, no quiere que lo saquen del aula para seguir aprendiendo. Muy buen compañero.

mudanza

Hace 33 días que estoy viviendo en Corcovado. Llegue de noche, después de un viaje de tres horas por camino de ripio en la montaña. A un pueblo que estaba yéndose a dormir, a una casa que por afuera parecía abandonada y por adentro era casi un depósito. Me acosté a dormir en el piso, sobre una colchoneta de gimnasia, con la nariz que me picaba de la humedad y la tierra. Alrededor mío había subibajas, sillas rotas, puertas en desuso, muebles desarmados y agujeros en el techo. Sentí una especie de claustrofobia (imagino) que se extendió de mi pieza al pueblo entero: no había transporte, no tenía crédito para llamar y desahogarme, me habían dicho que claro no andaba bien, estaba todo cerrado, salir a caminar sola a esa hora era peligroso, no conocía a nadie y el hombre que compartía casa conmigo de tanto querer ayudarme no me daba respiro. En ese momento no podía elegir. Tenía que pasar la noche en esa casa y en un pueblo que, literalmente, no había visto. Y a la mañana, bien temprano, derecho a la escuela, a saludar a la bandera, a estar frente a un grupo, a dar clases.

Tampoco conocía a ninguna maestra. Solo la directora, quien lo primero que me había dicho cuando tome el cargo fue “Mira que vas a compartir vivienda con un hombre. Mira que la casa está en malas condiciones”.

Al día siguiente la mañana fue tranquila. Algunas maestras se acercaron a hablarme, a darme una mano, a decirme que cualquier cosa que necesitase no dudara en pedirles ayuda. Otras solo me saludaron: “hola” (soy consciente de que mi presencia dio vuelta la escuela de un día para el otro, no esperaban una maestra nueva, ni ningún otro tipo de cambio).

Para el mediodía resultó que donde estaba no era la única casa a donde podía vivir (muchos dicen que cómo puede ser que la directora me mandó ahí). Así terminé en una casita de la secundaria viviendo con dos profesoras, una cordobesa y otra de Esquel, que están tres días a la semana. Esta casa también parecía abandonada, incluso tal vez más, pero por adentro estaba mejor. Y había dos chicas, de mi edad.

Ahora por afuera la casa parece habitada. Carlitos limpió la mugre, un señor cortó el césped, limpiamos las paredes con una hidrolavadora, papa puso una luz en la entrada. Y por adentro esta más linda, el baño tiene cortina, un mueblecito, tacho de basura. Mi pieza una biblioteca chiquita que me construyó mi viejo, unas cortinas hermosas que regaló mi mama y una cama que me dio en comodato la carpintería municipal.

Por ahora no pase frío. Dicen que a fines de mayo empieza a nevar.

domingo, 27 de febrero de 2011

supuestos

En un rato me tomo el cole a Corcovado, a 67 km al sur de Trevelin (90 km de Esquel). Nunca estuve ahí, solo vi fotos desde el Google Earth. Parece lindo. Maniana empiezan las clases.

Esto es lo que me conto la gente de por acá:

*Hay biblioteca, cyber, banco.

*Una parte de la gente del lugar es “gaucha”, “paisana”. Se emborrachan y arreglan las cosas a acuchilladas. Y son machistas.

*Otra parte trabaja del turismo, en gendarmería, en las escuelas, en comercios. En total, son unas 3000 personas.

*Los chicos en la escuela son tranquilos, aunque hay algunos vagos. Me dijeron que no vaya “flower power”, que desde un comienzo establezca normas claras y firmes. Que me va a ir bien.

*Que voy a poder aprovechar las tardes. El río es muy lindo, tiene muchos lugares para explorar.

*Que los fines de semana no me quede sola, que me venga a Trevelin o Esquel a hacer cosas, la pileta, amigos, talleres, etc.



Eso es lo que me contaron, lo que me dijeron, lo que me aconsejaron.